jueves, 16 de diciembre de 2004

Es la guerra (fría)

¿Se acuerda ya alguien de cuando el sector estaba punto de unificarse y sólo era cuestión de poco tiempo para que una única voz preponderante hablase por todos?

Sólo han pasado unos meses desde que estas noticias llenaban las páginas de esta publicación y parece ya algo muy lejano.

Quizá el factor determinante de la paralización del proceso de unificación fue la creación de la Confederación Española de Atención a la Dependencia, como dicen unos, quizá lo fue la resistencia a hacer circular algunos cargos directivos, como dicen otros.

Sea como sea , lo que es cierto es que, de un tiempo a esta parte, los que nos movemos por el sector sin ser propietarios o directivos de residencias notamos un grado de acritud que hasta hace bien poco nos era desconocido.

No es extraño oír hablar de asociaciones que están a punto de pasarse de la Federación a la Confederación (o viceversa), o de residencias que piensan cambiar o ya han cambiado de “bando”. Esto no debería resultar sorprendente si existiesen unas políticas marcadísimamente diferentes entre ambas organizaciones, cosa que, si sucede en la realidad, se nos escapa a la mayor parte de observadores.

Desde mi perspectiva no veo que el análisis global del sector sea sustancialmente diferente entre las diferentes partes (y por eso estuvieron a punto de unificarse); no creo que el planteamiento de partida ante el próximo convenio sea muy diferente ni que el análisis global de la situación difiera tanto.

¿Por qué entonces, se están haciendo imputaciones tan graves?, como decir que una patronal está abogando por la desaparición de todas las residencias pequeñas o que actúa como cómplice de la administración en contra del sector (quien lea esta publicación sabrá bien de qué estoy hablando).

Yo tengo mi humilde interpretación: No hay una discrepancia radical en la visión de los problemas del sector pero sí de la dimensión de los mismos. La Federación entiende que debe existir una estructura fuerte a nivel nacional mientras la Confederación considera que el peso fundamental debe situarse a nivel autonómico. La Federación aboga por que el sector sea eminentemente “social” (residencias, centros de día, atención domiciliaria), la Confederación por una visión más sociosanitaria que no impide la entrada de hospitales u otros servicios más “sanitarios”.

¿Son situaciones irreconciliables? Creo que no. Pero también creo que, antes de que se pueda producir la ansiada unificación, ambos lados deben medir sus fuerzas y parece que el momento y lugar en que se producirá esa medición será la constitución de la próxima mesa de negociación del convenio colectivo.

En este escenario veo yo que se están moviendo las cosas: Los “bailes de siglas” las cartas subidas de tono y el trabajo callado de acumulación de acreditaciones.

Después vendrá la negociación de un convenio crucial, que requerirá (como cuestión de vida o muerte para el sector) la máxima unidad en la parte patronal y después, sabiendo quién representa a quién, con toda seguridad, la unificación de los dos lados.

Nos esperan, pues unos meses de “guerra fría” en los que a casi todo el mundo se le pregunta “¿y tú de qué lado estás?”. Esperemos que la cordura haga mantener puentes tendidos ya que éstos serán indispensables para afrontar importantes retos que le toca afrontar al sector.

miércoles, 24 de noviembre de 2004

EMPIEZA LA GUERRA FRIA

¿Se acuerda ya alguien de cuando el sector estaba punto de unificarse y sólo era cuestión de poco tiempo para que una única voz preponderante hablase por todos?

Sólo han pasado unos meses desde que estas noticias llenaban las páginas de esta publicación y parece ya algo muy lejano.

Quizá el factor determinante de la paralización del proceso de unificación fue la creación de la Confederación Española de Atención a la Dependencia, como dicen unos, quizá lo fue la resistencia a hacer circular algunos cargos directivos, como dicen otros.

Sea como sea , lo que es cierto es que, de un tiempo a esta parte, los que nos movemos por el sector sin ser propietarios o directivos de residencias notamos un grado de acritud que hasta hace bien poco nos era desconocido.

No es extraño oír hablar de asociaciones que están a punto de pasarse de la Federación a la Confederación (o viceversa), o de residencias que piensan cambiar o ya han cambiado de “bando”. Esto no debería resultar sorprendente si existiesen unas políticas marcadísimamente diferentes entre ambas organizaciones, cosa que, si sucede en la realidad, se nos escapa a la mayor parte de observadores.

Desde mi perspectiva no veo que el análisis global del sector sea sustancialmente diferente entre las diferentes partes (y por eso estuvieron a punto de unificarse); no creo que el planteamiento de partida ante el próximo convenio sea muy diferente ni que el análisis global de la situación difiera tanto.

¿Por qué entonces, se están haciendo imputaciones tan graves?, como decir que una patronal está abogando por la desaparición de todas las residencias pequeñas o que actúa como cómplice de la administración en contra del sector (quien lea esta publicación sabrá bien de qué estoy hablando).

Yo tengo mi humilde interpretación: No hay una discrepancia radical en la visión de los problemas del sector pero sí de la dimensión de los mismos. La Federación entiende que debe existir una estructura fuerte a nivel nacional mientras la Confederación considera que el peso fundamental debe situarse a nivel autonómico. La Federación aboga por que el sector sea eminentemente “social” (residencias, centros de día, atención domiciliaria), la Confederación por una visión más sociosanitaria que no impide la entrada de hospitales u otros servicios más “sanitarios”.

¿Son situaciones irreconciliables? Creo que no. Pero también creo que, antes de que se pueda producir la ansiada unificación, ambos lados deben medir sus fuerzas y parece que el momento y lugar en que se producirá esa medición será la constitución de la próxima mesa de negociación del convenio colectivo.

En este escenario veo yo que se están moviendo las cosas: Los “bailes de siglas” las cartas subidas de tono y el trabajo callado de acumulación de acreditaciones.

Después vendrá la negociación de un convenio crucial, que requerirá (como cuestión de vida o muerte para el sector) la máxima unidad en la parte patronal y después, sabiendo quién representa a quién, con toda seguridad, la unificación de los dos lados.

Nos esperan, pues unos meses de “guerra fría” en los que a casi todo el mundo se le pregunta “¿y tú de qué lado estás?”. Esperemos que la cordura haga mantener puentes tendidos ya que éstos serán indispensables para afrontar importantes retos que le toca afrontar al sector.

domingo, 24 de octubre de 2004

LUCES Y SOMBRAS

Llego a León invitado por una institución de promoción económica para hablar sobre exigencias de personal en las diferentes normativas autonómicas y lo primero que veo en el periódico es que los empelados de una residencia pública de Ponferrada anuncian una manifestación para el día siguiente en petición de un aumento de plantilla. Antes de salir de Barcelona me llegaba la noticia de la estimación parcial por parte de la Audiencia Nacional del recurso contra el convenio colectivo nacional presentado por FEDERTE. Todo ello una semana después de las jornadas de Inforesidencias.com en Madrid en las que el mediador Angel Toña explicó por qué propuso para los empleados de una residencia en Álava un aumento del 120% de sueldo y una reducción de jornada causando la sorpresa de la mayoría de los presentes (directores de residencias) y la indignación de un representante de la administración guipuzcoana que no dudó en acusar a Toña de lanzar un torpedo bajo la línea de flotación del sistema de protección social público.

Son elementos sueltos que convergen en algo que se empieza a plantear como un serio reto para el sector en el futuro próximo. Los recursos humanos en las residencias.

En las mismas jornadas de inforesidencias.com se pasó una encuesta entre el centenar de asistentes para conocer cuáles eran, a su parecer los mayores problemas que afrontaban en el día a día. El resultado fue que el encontrar y mantener personal adecuado para la residencia está incluso por encima de la cobertura de las plazas.

Ante esta situación, no hace falta ser un genio para ver que la única respuesta posible ante la incertidumbre que se aproxima es una actuación común y coordinada de todo el sector de las residencias en España.

Que esta actuación común venga de la convergencia en una única entidad de todas las patronales existentes o de una especie de unión de “facto” en forma de entidad no patronal (de ambas opciones se habla desde diferentes foros), no es lo más relevante. Lo que está claro es que lo que une a las diferentes patronales existentes es mucho más fuerte que lo que las separa y que seguir por caminos diferentes sólo hará que los interlocutores que se encontrarán en diferentes mesas (ya sean sindicatos en unas o administraciones en otras).

La campaña para la reducción del IVA en la que participan la Federación Nacional, AESTE y Lares parece un paso en la buena dirección. ¿Habrá más?

Algo que importará a las residencias geriátricas de León y de toda España, sin duda.

sábado, 16 de octubre de 2004

PROBLEMAS CON EL PERSONAL EN RESIDENCIAS

Llego a León invitado por una institución de promoción económica para hablar sobre exigencias de personal en las diferentes normativas autonómicas y lo primero que veo en el periódico es que los empelados de una residencia pública de Ponferrada anuncian una manifestación para el día siguiente en petición de un aumento de plantilla. Antes de salir de Barcelona me llegaba la noticia de la estimación parcial por parte de la Audiencia Nacional del recurso contra el convenio colectivo nacional presentado por FEDERTE. Todo ello una semana después de las jornadas de Inforesidencias.com en Madrid en las que el mediador Angel Toña explicó por qué propuso para los empleados de una residencia en Álava un aumento del 120% de sueldo y una reducción de jornada causando la sorpresa de la mayoría de los presentes (directores de residencias) y la indignación de un representante de la administración guipuzcoana que no dudó en acusar a Toña de lanzar un torpedo bajo la línea de flotación del sistema de protección social público.

Son elementos sueltos que convergen en algo que se empieza a plantear como un serio reto para el sector en el futuro próximo. Los recursos humanos en las residencias.

En las mismas jornadas de inforesidencias.com se pasó una encuesta entre el centenar de asistentes para conocer cuáles eran, a su parecer los mayores problemas que afrontaban en el día a día. El resultado fue que el encontrar y mantener personal adecuado para la residencia está incluso por encima de la cobertura de las plazas.

Ante esta situación, no hace falta ser un genio para ver que la única respuesta posible ante la incertidumbre que se aproxima es una actuación común y coordinada de todo el sector de las residencias en España.

Que esta actuación común venga de la convergencia en una única entidad de todas las patronales existentes o de una especie de unión de “facto” en forma de entidad no patronal (de ambas opciones se habla desde diferentes foros), no es lo más relevante. Lo que está claro es que lo que une a las diferentes patronales existentes es mucho más fuerte que lo que las separa y que seguir por caminos diferentes sólo hará que los interlocutores que se encontrarán en diferentes mesas (ya sean sindicatos en unas o administraciones en otras).

La campaña para la reducción del IVA en la que participan la Federación Nacional, AESTE y Lares parece un paso en la buena dirección. ¿Habrá más?

PLAZAS LIBRES EN RESIDENCIAS

Últimamente, cada vez que hablo con un propietario de residencia sale a la conversación el que, por primera vez en mucho tiempo, casi todos los centros tienen plazas vacantes. Quizá esto es más cierto en capitales como Madrid o Barcelona, pero es algo que se va extendiendo por otras ciudades.

Es cierto que se está produciendo la apertura casi simultánea de todas las residencias que se proyectaron hace unos cinco años, cuando la opinión dominante era que debían construirse establecimientos de alta calidad en las capitales de provincia, pero también lo es que, muchas de las personas que hoy hubiesen sido clientes de una residencia, murieron a causa de la guerra civil por lo que, durante unos años y, por motivos puramente demogràficos, se produce una pasajera contracción de la demanda.

También influye en la situación actual el que algunas comunidades autónomas embarcadas en proyectos de aumento de la cobertura pública (léase “plan velocidad”, “sistema alemán”, “plan 9.000” o “Acogimiento residencial”) se planteen hacer reajustes en el más tradicional sistema de concierto, lo que para muchas residencias asentadas supone una reducción en un tipo de ingresos que ya se consideraban seguros.

Un síntoma de la preocupación existente es la convocatoria que hace la patronal catalana ACRA a todos sus asociados a una reunión que lleva por título “¿Está en peligro el futuro de nuestro sector?”. Otro, el gran movimiento que se produce en las estructuras accionariales del sector. Y no me refiero sólo a cadenas que cambian de manos o que se reestructuran a fondo, sino también del floreciente mercado de la compra/venta/traspaso de residencias de pequeño y mediano tamaño. Al menos tres empresas se dedican, casi en exclusiva a la intermediación (con más éxito en comunidades autónomas cuya legislación no obligue a adaptarse a nuevas normativas cuando se cambia de dueño) y sólo hay que leer con atención esta publicación o portales como Inforesidencias.com para ver que las transacciones crecen.

Con toda seguridad, cuando se abran las residencias que están en estado avanzado de construcción (700 en 2005 según el estudio de la Federación Nacional) habrá un parón en el aumento de oferta ya que en muchos círculos se habla de la necesidad de reflexionar.

¿Será la situación una travesía del desierto en que quedarán cuerpos por el camino? No lo creo, pero si es así, esperemos que pronto nos llueva el maná de la Ley que prevea la financiación de la dependencia.

Autor del post Josep de Martí

jueves, 24 de junio de 2004

DESNUTRICION Y RESIDENCIAS

Hacía mucho tiempo que una noticia referida a residencias no tenía tanta repercusión como el estudio elaborado por la SEGG (Sociedad Española de Geriatría y Gerontología) y la Federación Española de alimentación y Dietética (FESNAD), y lo más curioso no es el resultado del estudio sino la forma en que los medios de comunicación lo han reflejado.

Para aquellos a los que no ha llegado la polémica, resulta que se publicó que el estudio decía que entre uno y dos tercios de las personas ingresadas en residencias padecen desnutrición (con titulares como “Un tercio de los mayores que viven en residencias padecen anorexia”). Lo curioso es que había periódicos en los que las residencias salían bien paradas ya que en ellos se informaba que los mayores mejor alimentados eran los que vivían en sus casas “seguidos de los que viven en residencias”, mientras que otros ponían más el peso en lo de la mitad de residentes desnutridos. Incluso un rotativo como “El Periódico de Catalunya” se hico eco de la noticia dos veces y con dos enfoques contradictorios.

En los días sucesivos no faltaron quejas de muchas residencias, comunicados de prensa de asociaciones, empresas e incluso representantes de comunidades autónomas como la asturiana, en los que se cuestiona el informe por no coincidir con otros realizados con anterioridad o por considerar que dar los datos de forma telegráfica y sin matizaciones desprestigia a todo un sector en el que la mayoría trabaja bien.

Creo que en este caso hay que dejar de lado el contenido del estudio en sí y fijarnos en un curioso detalle. Si leemos las diferentes noticias publicadas parece que haya dos estudios y no uno ¿a qué se debe esto? Pues yo creo que se hicieron dos presentaciones. En la primera se destacaba lo mal nutridos que estaban los ancianos que vivían solos y lo bien que estaban los que vivían con sus familias (seguidos en orden de bienestar por los que vivían en residencias). ¿Resultado? Poca relevancia mediática. La segunda presentación hizo hincapié en lo mal nutridos que están los mayores que viven en residencias y ¡Bingo! Páginas y páginas de tinta. El que el informe indique que los que están ingresados en hospitales están peor nutridos que los que viven en residencias (siempre según el estudio), no merece titulares. Como tampoco los merece otro estudio hecho público durante las mismas fechas según el cual el 30% de los mayores que viven en residencias valencianas padecen sobrepeso.

Es triste que todavía nuestro sector tenga tanto de “carnaza mediática”.

Quizá mi análisis sea erróneo y tenga que pedir disculpas. Por desgracia, no lo creo.

sábado, 24 de abril de 2004

DISPERSIÓN NORMATIVA

Desde hace unos veinte años, las comunidades autónomas son competentes en todo aquello que afecta a servicios sociales y, en consecuencia a las residencias de mayores. La consecuencia es que cada comunidad ha ido creando un modelo diferente en el que varía el sistema de autorización, las condiciones arquitectónicas, los requisitos de personal e incluso el concepto mismo de lo que se conoce como residencia.

En la actualidad, algunas comunidades establecen requisitos diferentes para residentes válidos y asistidos, otras no lo hacen o establecen no dos, sino varios niveles de dependencia. Las hay que concretan exigencias específicas según el tamaño de la residencia o que consideran “sociosanitario” un servicio que en otra comunidad sería puramente social o quizá “algo sanitario”. También existen diferentes medidas para saber quién es “mayor” a los efectos de poder ingresar en una residencia y para saber quién es dependiente (cada comunidad utiliza los tests validados que consideran más adecuados o crean los suyos propios). Esto lleva a que en la actualidad no se pueda hablar de España cuando se trata de requisitos normativos.

¿Tienen relevancia las diferencias? Si consideramos que, sólo en lo que respecta a personal (o sea dejando a un lado lo arquitectónico), de una comunidad a otra el número mínimo de personal puede doblarse y dependiendo de donde estemos se exigirá o no enfermería, terapeuta ocupacional, trabajador social, animador u otros profesionales, la respuesta sólo puede ser positiva. Si quieren ver alguna de las diferencias entren en los cuadros que hay en el capítulo de reglamentación de www.inforesidencias.com.

La tendencia, además viene siendo el incrementando los requisitos (especialmente los arquitectónicos, de personal y de acreditación de calidad) y el endureciendo del régimen sancionador (algunas prevén sanciones de 300.000 Euros, cierre, inhabilitación y publicación en la prensa de las sanciones a cargo del sancionado).

Con toda seguridad la existencia de normativas tan dispares y el también dispar grado de exigencia de las mismas sea una de las causas del amplio abanico de precios que se cobran en residencias privadas de diferentes comunidades (sólo hay que ver el artículo publicado recientemente en Negocios y Gestión Residencial).

¿Hace falta armonizar las normativas? La respuesta no es sencilla. Por supuesto que la administración autonómica está más cercana al ciudadano y puede crear modelos más ajustados a cada realidad. No obstante, quizá deberíamos ponernos de acuerdo todos en el número de servicios higiénicos necesarios, la amplitud de los comedores o el número de auxiliares que se necesitan como mínimo para dar un buen servicio, y en eso no creo que seamos tan diferentes los catalanes de los canarios o los riojanos.

lunes, 16 de febrero de 2004

EL FUTURO DE LAS PEQUEÑAS RESIDENCIAS

Decir que el perfil del sector ha cambiado radicalmente durante los últimos diez años, y que el cambio que veremos durante los próximos cinco será, si cabe, más espectacular, es algo incuestionable.

Y si alguien vivirá de forma más directa ese cambio es el grupo de residencias de tamaño pequeño que, durante muchos años formaban, casi en exclusiva la totalidad del sector privado y que ahora, pese a mantener un peso considerable, se enfrenta a unos retos formidables.

Si nos remitimos a los números nos encontramos con que, dentro del sector privado, las residencias de menos de 35 plazas vienen a representar aproximadamente la mitad del total de centros (en lugares como Cataluña representan un 60%). Normalmente se trata de residencias con más de cinco años de antigüedad, que fueron autorizadas por las comunidades autónomas con normativas hoy derogadas; están gestionadas y dirigidas por personas que a la vez son los propietarios y promotores del negocio, personas que no suelen tener una titulación pero que han adquirido experiencia y “saber hacer” con el paso de los años.

Estas residencias pequeñas, en muchas ocasiones tienen barreras arquitectónicas, la mayor parte de sus habitaciones son compartidas, no pueden permitirse contar con un equipo interdisciplinar completo ni adaptarse al funcionamiento que exigen las acreditaciones de calidad. No obstante, cuentan con dos factores muy importantes: la “simpatía del público” y precios más baratos.

Para entender la idea de la “simpatía del público” hay que ver antes que una característica de nuestro sector es la opacidad: la mayor parte de personas que buscan residencia lo hacen por primera vez y no saben nada o casi nada del sector. Estas personas, cuando se les pregunta, así, a secas, si prefieren una residencia grande o pequeña suelen decantarse por la segunda. Existe una concepción social aceptada según la cual el trato en las residencias pequeñas es más familiar, así, no resulta extraño que alguien (que nunca ha visitado ninguna residencia), diga que en las residencias grandes el residente es un número. Si a esto sumamos que, en el proceso de compra lo que más funciona es el boca-oreja y que, hasta ahora la mayor parte de residencias eran pequeñas, llegamos a la conclusión que esa “simpatía del público” está beneficiando al sector de las pequeñas residencias y, todavía lo seguirá haciendo durante unos años.

Si el mercado fuese algo más transparente y las personas conociesen el funcionamiento de residencias grandes, medianas y pequeñas antes de tomar la decisión de compra, verían que, ni todas las residencias pequeñas ofrecen un trato tan “familiar” ni en la mayoría de las grandes la persona es “tratada como un número”. Entonces quizá surgiría el segundo factor: normalmente las residencias pequeñas son más baratas.

Si nos imaginamos una residencia de 25 plazas situada en un chalet alquilado hace 10 años en el que no hubo que hacer demasiadas obras porque la normativa no lo exigía, que es gestionada por un matrimonio y una hija que pasan muchísimas horas en la residencia siendo a la vez que gestores, trabajadores y “corre-turnos”. Veremos que en su cuenta de explotación casi no hay partida de amortización (ya que no hubo una gran inversión inicial), la de personal es en proporción inferior (porque los dueños/autónomos realizan más horas que un empleado y porque) y el concepto mismo de obtener un beneficio por la inversión se ha transformado en “trabajar en mi negocio y sacar lo que se pueda”.

Decir que las residencias que funcionan así deben cerrar porque no dan un servicio de calidad es una simplificación demasiado grande. En primer lugar porque se trata de empresarios honrados que construyeron su negocio con la normativa vigente en su momento, sin ayuda de la administración y que, llevan años cubriendo un sector de la demanda que no puede pagar los precios de mercado de las residencias más grandes aunque tampoco tienen tan poco como para poder acceder a plazas públicas. En segundo, porque en muchos casos, la misma tendencia de la situación ya les está poniendo difícil la subsistencia, principalmente de tres formas:

- La intervención administrativa: a medida que las comunidades autónomas siguen su carrera por tener la normativa más exigente es muy posible que las residencias pequeñas se vayan quedando en un lado, sin posibilidad de adecuación, sin que nadie les diga que tienen que cerrar aunque quizá sí que no pueden ampliar, cambiar de titular o hacer modificación alguna.
- El aumento del precio de los inmuebles: Si en los finales de los ochenta y principios de los noventa se crearon muchas residencias pequeñas fue en parte porque no resultaba caro alquilar un gran piso en el centro de una ciudad o un chalet en las afueras. A medida que los precios se han ido incrementando y que los contratos de las actuales residencias pequeñas lleguen a su fin, es más que posible que se produzcan cierres porque los propietarios no quieran renovar o impongan precios no asumibles (esto ya está ocurriendo en la actualidad en ciudades como Madrid o Barcelona).
- El factor personal: Es algo que no puede descartarse. Actualmente, muchas residencias pequeñas están funcionando gracias al ingente esfuerzo de unos propietarios que dedican muchas horas de dedicación y que no pueden despegarse de la residencia ni un momento. Normalmente mujeres que entraron en el sector hace unos diez años y que ya están entrando ellas mismas en la edad de jubilación. Cuando estas personas se jubilen, es muy probable que sus hijos no quieran seguir con un negocio tan sacrificado y que, cuando piensen en traspasar o vender el centro se encuentren con legislaciones (como la madrileña en la actualidad) que obliguen a adecuar el centro a la normativa actual en caso de cambio de titular, cosa, ya hemos visto, imposible.

Sea como sea, de lo que no cabe duda es que los propietarios de residencias pequeñas llevan ya un par de años dándole vueltas a su futuro.

Si quieren ver una opción imaginativa sobre qué podría hacerse con las residencias pequeñas, entren en la “Geriateca” de Inforesidencias.com y vean lo que propone Elisabet Massons en su trabajo “El futuro de las microresidencias”.

jueves, 12 de febrero de 2004

RESIDENCIAS DE RELIGIOSAS ¿UN MUNDO "A PARTE"?

Una de las peculiaridades del sector de la atención a personas mayores en España es su gran heterogeneidad. Un mismo servicio que se presta desde las administraciones y la iniciativa privada; con y sin afán lucrativo; aplicando diecisiete normativas diferentes y por parte de estructuras de un tamaño tan variopinto que, a menudo resulta difícil saber si estamos ante uno, dos o incluso más sectores diferentes.

Lo que está claro, aunque no suele estar en los grandes debates empresariales, es que mucho antes de publicarse la primera normativa y de nacer el primer empresario del sector, existían en España una serie de residencias para “ancianos” que daban respuesta a una necesidad y que, con más o menos cambios, han llegado a nuestros días. Verdaderas cadenas de residencias que actuaban, a veces gestionando sus propios centros y en otras como entidades gestoras de residencias municipales o pertenecientes a fundaciones. Me refiero a las residencias “de monjas" que, regidas por sus propias normas y, durante largo tiempo, sin casi intromisión de las administraciones, siguen representando hoy el grupo coordinado más grande del sector (baste con pensar que en la última negociación del convenio LARES ostentaba la representación de 1393 entidades, casi todas de tamaño medio o grande).

Así las cosas, las órdenes religiosas son parte de nuestra heterogénea realidad y, a la vez, representan un grupo poco homogéneo en el que conviven grandes órdenes con pequeñas, locales con transnacionales y, me atrevería a decir, tradicionales con “modernas” aunque casi todas con algo en común: la casi inexistencia de nuevas vocaciones y la necesidad de adaptarse a una realidad cambiante.

Para la mayor parte de los gestores privados de residencias el sector de las religiosas es sencillamente el de esas privilegiadas, que no tienen que cobrar IVA que obtienen donaciones de sus residentes y no son “incordiadas” por la administración. Si analizamos la realidad veremos que existen muchos matices.

Es cierto que algunas administraciones autonómicas han pasado de puntillas por el sector religioso y que el grado de exigencia que se ha aplicado (especialmente en lo que respecta a personal y documentación) no ha solido ser demasiado elevado. Parece que en la mente de la administración la reflexión ha sido: “no dan problemas, resuelven algunos casos que quizá deberíamos estar resolviendo nosotros, pues dejémoslas tranquilas”.

Esta falta de rigor ha llevado a que, algo tan sencillo en apariencia como calcular la ratio de personal de atención directa en una residencia sea harto difícil en el caso de algunos centros religiosos. ¿Cuántas horas trabaja una monja? ¿A qué edad dejan de trabajar las religiosas? Estas preguntas que parecen baladíes tienen su enjundia ya que en la actualidad, si se aplicase estrictamente la normativa nos encontraríamos que algunas residencias, sobre el papel, no llegaría a los mínimos exigidos (aunque si entrásemos en el centro veríamos a mucho personal).

Esto es así porque, por un lado no es inhabitual que las miembros de la congregación trabajen 12 horas seis días a la semana, que, como duermen en la comunidad den un apoyo al personal de noche, que algunas religiosas jubiladas estén realizando funciones de recepción, de costura o en la cocina (que, de no estar ellas requerirían contratar más empleados). Tampoco hay que olvidar la existencia de programas de voluntariado que realiza funciones que, legalmente, debería estar realizando personal asalariado, e incluso casos en que algunos residentes válidos ayudan en la lavandería, el jardín o el mantenimiento.

Estas peculiaridades permiten a las residencias de religiosas poder prestar un servicio con un coste inferior. Rebaja a la que también ayuda el hecho de contar con edificios que, normalmente están amortizado, con algunas vías de aprovisionamiento sin coste (ya sea vía ayuda alimentaria europea, banco de alimentos o donaciones de particulares) y con la creación por parte de las órdenes de verdaderas economías de escala que les permiten obtener precios más bajos en sus suministros.

Otro factor, a veces importante, es el que comportan las donaciones y herencias a favor de órdenes religiosas. En la mayor parte de los casos éstas renuncian a pedir subvenciones a la administración y crean su propia red de financiación a través de protectores y donantes puntuales. Esto a su vez les permite ingresar personas que no pueden pagar el precio que sería “de mercado”.

Todos estos factores, que no se divulgan en exceso, cuando salen a la luz muestran su verdadera dimensión. Que se lo digan si no a algún alcalde que ha visto como la marcha de las religiosas que gestionaban la residencia municipal ha hecho casi inviable su continuidad.

Ante esta situación se hace inevitable una pregunta, ¿qué supone para el sector empresarial la existencia de las residencias de órdenes religiosas? Creo que la clave de la respuesta está en una realidad casi incuestionable: Las religiosas, si no cambia algo radicalmente, son una “especie en vías de extinción”. La falta de nuevas vocaciones y el envejecimiento de las propias monjas hace que en ocasiones las más mayores de las residencia sean las propias hermanas. Es cierto que esta falta ha sido sustituida por la incorporación de innovadoras técnicas de gestión y por una ingente renovación de instalaciones y equipos, pero, aún así, con toda seguridad será el elemento más determinante de esta categoría de residencias.

Con esto en mente, el sector empresarial debería pensar que, una parte de las aproximadamente 60.000 camas gestionadas por órdenes religiosas tendrán que afrontar un cambio en los próximos diez años. No considero descabellado pensar que las órdenes que gestionan residencias municipales o de fundaciones, continuarán dejando esta gestión. Tampoco que algunas, incluso, lleguen a externalizar la gestión completa del servicio manteniendo sólo algunos aspectos no relacionados con el día a día o incluso la venta o cesión del inmueble para su explotación como residencia privada. Se abrirá así un nuevo sector de actividad dentro de la geroasistencia.

De cualquier forma, no cabe duda que en los próximos años, aunque por diferentes razones, el sector de las residencias de religiosas no quedará ajeno a la turbulencia y cambios que afectan a todo el sector.