viernes, 24 de julio de 2009

MENTIRAS Y ESTADÍSTICAS

Las frases ingeniosas acaban a menudo teniendo muchos padres. Hace un tiempo, oí que había tres tipos de mentiras: “mentiras, patrañas y estadísticas”. Interesado por la paternidad de la ocurrencia entré en internet y descubrí que la frase original “lies, damn lies, and statistics" ha sido atribuida, en diferentes momentos al escritor Mark Twain, al primer ministro británico Disraeli o al economista Alfred Marshal. Podríamos hacer una estadística sobre a quién se le ha atribuido más pero, seguramente, acabaría siendo mentira.

Las estadísticas que está generando la aplicación de la Ley de Dependencia y la puesta en marcha del SAAD resultan tan ingentes, que a veces hay que detenerse un poco para separa el grano de la paja.

En el II Congreso de la FED que se celebró en Madrid los pasados 4 y 5 de junio escuchamos una pormenorizada explicación sobre qué prestaciones se están otorgando en las diferentes comunidades autónomas y supimos que la que más se presta es una que se llama “Pendiente de identificar” (38% de las prestaciones), seguida de la “excepcional” prestación económica para el cuidador familiar.

Otro “dato estadístico” sorprendente, extraído de información oficial y expuesto por Ignacio Fernández Cid fue que de los 184.000 cuidadores familiares “excepcionales” que reciben la prestación, sólo 67.000 se han dado de alta en la Seguridad Social por lo que, o bien ya estaban cotizando (y trabajando) o eran jubilados que cobran pensión. En consecuencia, ya que de momento están entrando bajo el paraguas de la cobertura los “dependientes más dependientes”, podemos concluir que 120.000 de ellos están siendo cuidados por un familiar jubilado o que tiene un trabajo.

Según datos de la administración del estado, la Ley de Dependencia ya ha creado 100.000 puestos de trabajo, según la FED, de momento no se han creado y según la comunidad de Madrid (en un acto posterior al congreso FED), la dependencia creará entre 300.000 y 400.000.

En diferentes momentos del congreso pudimos escuchar que en 2009 en conjunto de las administraciones gastarán en dependencia 1.600 millones de euros o 1.959. Cuando se entra en el desglose y cada comunidad explica lo que “pone” ella respecto a lo que “pone” el estado, las discrepancias alcanzan niveles siderales.

Viendo sólo los grandes números queda claro que se está gastando dinero y que existe un esfuerzo por poner en marcha el sistema. Hay una esperanza no oculta porque la dependencia sea uno de los motores para salir del marasmo, pero no podemos olvidar que el demonio habita en los detalles y que, si se pretende basar una buena parte del sistema en dar dinero para que personas sin preparación, ni supervisión cuiden en su casa a los dependientes, la mentira acabará saliendo a la luz.

Para acabar, otra estadística curiosa expuesta durante el congreso: En Japón, el sistema de atención a la dependencia sólo reconoce servicios profesionales, no prestaciones económicas para cuidadores. Esto supone que un 10% de los que solicita ayuda desista. ¿Qué pasaría si hiciésemos eso en España?

domingo, 19 de julio de 2009

TELEASISTENCIA PARA TODOS

Durante Los últimos meses la moda de “teleasistencia para todos” se empieza a imponer en España. Desde lugares tan dispares como Extremadura, Madrid o Valencia llegan noticias que hablan de la universalización de este servicio a todas las personas de cierta edad.

Parece que la teleasistencia generalizada ayudará a que los mayores permanezcan en su casa en vez de tener que utilizar recursos sociales más caros como las residencias, pero ¿será así? Personalmente soy bastante escéptico.

Me gustaría mucho que todos los mayores tuviesen un aparato de teleasistencia en su hogar; por un lado porque esto implicaría que a todas sus casas llega una línea telefónica, cosa de la que, según el panel de Hogares de la Unión Europea, carece una tercera parte de los hogares encabezados por un jubilado en España; pero sobre todo porque haría salir a la luz muchos casos realmente acuciantes de personas que malviven en domicilios inadecuados y con condiciones tan precarias que, sumadas a la dependencia, harían indispensable un traslado inmediato a una residencia. Situaciones que, hoy, en muchos casos pasan desapercibidas porque la ayuda de la familia y o de otras personas bienintencionadas hacen que lo lleguen a los servicios sociales y ya se sabe: “ojos que no ven..”.

¿Qué pasará cuando, gracias a la teleasistencia, lleguen a los call centers cientos de llamadas explicando situaciones que no se resuelven con una visita o un ingreso hospitalario? Pues quizá acabará pasando lo mismo que en Holanda, Dinamarca o Suecia (donde el servicio está muy extendido como medida preventiva): Que un altísimo índice de teleasistencia coincide con una ratio de atención domiciliaria y de residencias de las más altas del mundo.

Si los que promueven la universalización lo hacen pensando en detectar con agilidad los problemas cuando surjan y arbitrar soluciones rápidas: ¡Felicidades! Si creen que la teleasistencia es en sí una solución a la dependencia: Pues ya veremos.

Mientras tanto, ojalá se extienda la moda ya que, sea cual sea la voluntad de los promotores, una vez abierta la caja de Pandora ya no podrá cerrarse.