viernes, 11 de julio de 2014

LAS GEROCULTORAS Y LA LLEGADA DE 2015

En los últimos meses estoy teniendo muchas oportunidades de viajar por España presentando el libro sobre la Ley de Dependencia o impartiendo conferencias.  Es algo con lo que me lo paso muy bien y que me permite conocer en persona cómo se vive la atención a mayores en las diferentes comunidades autónomas.

Últimamente, vaya donde vaya escucho una música de fondo que tiene que ver con la obligación de las gerocultoras de tener una cualificación profesional antes de 2015.  La última vez que lo he escuchado ha sido en  una residencia de tercera edad de Madrid y me he animado a escribir esta entrada.

“Según una leyenda urbana, todos los gerocultores que trabajan en residencias para personas mayores en España deberán tener acreditada su cualificación profesional en 2015. Para dar cumplimiento a ese requisito, siempre según esa leyenda, las residencias deben acreditar que las gerocultoras tienen una formación específica (formación profesional) o cuentan con una experiencia más una formación no reglada que, mediante un proceso administrativo de reconocimiento de determinadas competencias y una formación complementaria les permita equipararse a los gerocultores cualificados. Para ayudar en ese proceso se han seleccionando asesores, evaluadores y se cuenta con la intervención de algunos institutos de educación secundaria y las patronales”.

Así empezaba un artículo que escribí en este blog en abril de 2011.  Entonces no tuvo demasiado eco, pero ahora que se acerca la fecha fatídica,  resulta importante decir claramente, que, por lo menos en la Comunidad de Madrid,  no tiene por qué pasar nada cuando acabe 2015 y haya gerocultoras sin capacitación profesional.

¿Por qué?  Sencillamente, porque la Comunidad de Madrid no ha publicado todavía una norma de acreditación que establezca la obligatoriedad de la capacitación.

O sea, que se trata todo de un malentendido (si queremos ser benévolos) o de una chapuza (si optamos por ser descriptivos).

El problema viene de lejos.

El 17 de Diciembre de 2008 el BOE publicó una resolución del Consejo Territorial de la Dependencia que establecía los criterios que debían utilizar las Comunidades Autónomas para redactar sus respectivas normas de acreditación de servicios de atención a la dependencia.  Entre esos requisitos estaba la capacitación profesional progresiva de las gerocultoras (35% en 2011 y 100% en 2015).  El acuerdo establecía que las Comunidades tenían hasta finales de 2009 para aprobar sus normas de acreditación.

Cinco años después de vencido el plazo, la Comunidad de Madrid (al igual que muchas otras comunidades) todavía no han aprobado su norma de acreditación.

Así las cosas, ese criterio que debía haber convertido en obligatorio la Comunidad se ha quedado en un limbo.

Por supuesto que es bueno que las gerocultoras tengan reconocida una capacitación y que las residencias les ayuden a conseguirlo, pero esto debería hacerse sin utilizar el miedo como herramienta.

Durante los últimos años, alrededor de la capacitación se ha movido bastante dinero en forma de cursos, evaluaciones y procedimientos varios.   Entiendo que para los centros de formación y para quiénes se hayan formado como evaluadores, que el proceso siga adelante resulta muy conveniente.  No obstante, nadie debiera recurrir a argumentos no contrastados para conseguir sus objetivos.

La Comunidad de Madrid tiene la solución al problema en sus manos y en su “máquina de hacer normativas”.  Sólo necesitaría ponerse manos a la obra, aprobar (más vale tarde que nunca) un Decreto e incorporar los criterios del acuerdo de 2008. 

Si lo hiciese, además, tendría varias posibilidades de facilitar las cosas alas residencias y profesionales.  Una sería ampliar los plazos del acuerdo y determinar que, por ejemplo, éstos se amplían hasta 2020.

Otra más original sería utilizar de forma extensiva el recurso que permite el propio acuerdo de 2008 y “admitir, con la transitoriedad que las administraciones competentes establezcan en sus normativas de acreditación, los certificados de acciones de formación profesional para el empleo impartidas en cada Comunidad Autónoma”.


Hasta que la Comunidad de ponga las pilas y haga aquello a lo que está obligada desde hace cinco años, mi consejo es que las gerocultoras se vayan capacitando como algo positivo, aunque no obligatorio.

Autor del post:  Josep de Martí

jueves, 3 de julio de 2014

OTRO TIPO DE RESIDENCIAS GERIÁTRICAS

Buscando noticias sobre residencias para mayores en otros países me he encontrado con una que me ha llamado poderosamente la atención.

Este primer fragmento me parece bastante corriente:

En Japón, la mejora en las condiciones de vida y servicios de salud para los significan que la mayoría están viviendo mucho más tiempo que en el pasado.

Lo llamativo es que no se refiere a personas sino a perros.

El texto sigue:

Las nuevas leyes que entraron en vigor en Japón el año pasado hacen que sea una obligación legal para los dueños de mascotas para cuidar de sus animales hasta que mueren.

¿La solución? Crear residencias para perros ancianos que puedan vivir sus últimos días con la dignidad y cuidados que merecen.

Más abajo os dejo la traducción de la noticia, ahora me quedo pensando en varias cosas: por un lado que quizás sí es cierto que vivimos en una sociedad decadente, por otro, que, si llegamos a aceptar con normalidad que haya residencias para perros viejos, ¿no deberíamos plantearnos que estos sean tratados con dignidad, O sea con una verdadera atención centrada en la mascota y, por supuesto sin contenciones?

Esta es la noticia que he tomado de una página americana sobre mascotas y aquí una traducción.

Una compañía de mascotas en Japón ha abierto una clínica de reposo para los perros viejos que proporcionarán cuidados las veinticuatro horas del día veterinario, especialistas, e incluso ¡una piscina! Esto se ofrece como una opción positiva para las familias con mascotas mayores que pueden ser más difíciles de cuidar. Con suerte, esto hará que la gente no abandone a sus perros de edad avanzada, o incluso llegue a sacrificarlos.

Aeonpet Co., que es una filial de la cadena de supermercados Aeon, es la empresa responsable para el inicio de la idea. Un centro comercial de Tokio es el primer luage donde Aeonpet ha abierto la residencia para 20 plazas.

"Hemos decidido abrir la residencia debido a que muchos propietarios de perros nos han pedido que lo hagamos", dijo Nanako Oiishi, un portavoz de la compañía.

"Muchos japoneses tienen mascotas que cuando envejecen pueden ser muy difíciles de cuidar."

Además de tener los servicios veterinarios con un médico especializado de guardia en todo momento, hay una gran sala de ejercicios, y los propietarios venir a ver a sus animales y estar con ellos en los últimos días de su vida sabiendo que viven con comodidad y lujo.

El presidente de Aeonpet dijo que su intención es utilizar la primera residencia geriátrica de perros para "establecer un estándar de la industria" en el cuidado de mascotas ancianas.

"Esperamos poder ampliar el tiempo de operaciones en todo el país", añaden.

Aeonpet ya es la mayor compañía de mascotas en Japón. Hay más de 170 tiendas y 59 hospitales para las mascotas en funcionamiento en todo el país.



Autor del post:  Josep de Martí

martes, 1 de julio de 2014

WHATSAPP EN RESIDENCIAS PARA MAYORES

Con pocos días de diferencia he conocido dos situaciones en las que la mensajería instantánea basada en teléfonos móviles, o sea, el whatsapp (o “uasa” en términos más coloquiales), ha tenido algo que ver con la atención a mayores en residencias geriátricas.

Primero hablé con la directora de una residencia que me llamaba preocupada y me preguntaba si podía obligar a las gerocultoras de su centro a dejar el móvil en la taquilla durante la jornada de trabajo. Me explicó que ella hacía tiempo lo había hecho pero, poco a poco fue aceptando excepciones que permitían a una empleada con un hijo enfermo el llevar el teléfono encima por si había una emergencia. Con el tiempo la excepción se fue generalizando y con la llegada del whatsapp lo que podía ser una llamada de emergencia o la conversación con un amigo o familiar, que podía interrumpir el trabajo unos minutos, se acabó convirtiendo en un “interrumpidor-intermitente-constante”. El punto álgido, y la consecuente preocupación para la directora llegó el mismo día en que me llamó cuando una cámara instalada en un pasillo grabó como una gerocultora caminaba con una residencia cogida a un brazo mientras con el otro iba mirando la pantalla de su teléfono, escribiendo y riendo. ¿Qué pasa si la residente se cae y se hace daño porque la gerocultora está despistada escribiendo en su teléfono?, me preguntó consternada la directora.

Le contesté que conocía residencias que limitaban el uso de móviles y los hacían dejar en la taquilla o tenerlos apagados con normalidad desde hacía tiempo. A menudo la prohibición no sólo se fundamenta en cuestiones relacionadas con la productividad sino con la intimidad y derecho a la propia imagen. Hoy casi todos los teléfonos llevan cámara por lo que en cualquier momento podría hacerse fotografías en la residencia que violasen los derechos de los usuarios.

La directora de la residencia me comentó que tenía empleadas jóvenes, y no tan jóvenes, que, con sólo escuchar que tenían que dejar de estar “conectadas” durante el trabajo se pondrían de mal humor y muy nerviosas. Me comentó que ya les había dicho hace tiempo que podían dar a sus familiares un número de teléfono de la residencia para que pudiesen contactar en caso de emergencia pero que a ella lo que le parecía es que esas empleadas no podían vivir sin su whatsapp. Después de hablar un rato, ella a quien conozco desde hace bastantes años me dijo que con su teléfono también recibía y ponía mensajes durante las horas en que estaba en la residencia y que había pensado predicar con el ejemplo y dejar su móvil personal en el cajón si con ello ayudaba a convencer a las empleadas. El peor escenario para ella era tener que imponer una prohibición y tener que hacer de policía ya que si el ambiente de trabajo se enrarece quien primero lo sufre es el residente.

La verdad es que, aunque estoy convencido de que hay motivos suficientes para que se deje el móvil en la taquilla, esa hiperconectividad banal a que nos han llevado las aplicaciones móviles es tan agradable que se convierte casi en adictiva por lo que el problema no es si puedes legalmente imponer un “apagón whatsapiano” durante la jornada laboral sino cómo hacerlo si hasta ahora has dejado que cada uno haga lo que crea conveniente.

El día en que el Rey Juan Carlos decidió comunicar su abdicación no tardé ni de diez minutos en recibir el primer chiste por whatsapp. Durante el día recibí más de veinte (quizás me quedo corto). Como los mensajes públicos de abdicación ocurrieron por la mañana en horas de trabajo, supongo que los agudos chistes, fotomontajes y coñas varias, las debieron escribir personas que en ese momento estaban o debían haber estado trabajando. De hecho, mientras yo las leía y me reía, también debía haber estado haciéndolo. ¿Cuánto ha costado a España en términos de productividad que el “anuncio histórico” se hiciese a las 10 de la mañana?

Quizás mientras todos llegamos a un acuerdo para usar racionalmente los móviles, el próximo rey que abdique debería considerar hacerlo a las nueve de la noche de forma que la creatividad colectiva no afecte a la productividad de su reino.

Pero no querría dar sólo una visión negativa sobre la mensajería instantánea. Otra residencia me ha explicado que han empezado a utilizar el whatsapp como herramienta de trabajo y lo han hecho de una forma curiosa: Tienen un teléfono móvil de la residencia con el que graban pequeños vídeos que envían a familiares de determinados residentes. Así, si doña Juana hace unos días que no se encuentra bien, pueden grabar un saludo en el que dice a sus hijos que ya se encuentra mejor, que ha pasado buena noche o cualquier cosa por el estilo. Me comentaron que los familiares están muy contentos con el sistema, que les tranquiliza mucho que sea su madre quien les diga cómo está y que el gran problema que se les plantea es de tipo legal. La residencia ha pedido a los residentes y familiares que quieran tener ese servicio que firmen unos consentimientos pero les queda una sombra de duda sobre qué puede pasar con los vídeos una vez enviados.

Sinceramente creo que pueden pasar años antes de que alguien les pueda pedir responsabilidades por algo que han hecho de buena fe, con el consentimiento de los interesados y que, efectivamente supone una mejora. Por eso, más que preocuparse por ese aspecto lo que podrían intentar es fijarse en no enviar los vídeos durante el horario laboral de los familiares.

A quien le haya gustado el texto y tenga mi móvil que me ponga un whatsapp y me lo diga.