viernes, 6 de mayo de 2016

Cuestion de modelos de atención a mayores en residencias


Pasó en el primer viaje geroasistencial que organizó Inforesidencias.com a Suecia hace ya unos cuantos años (en 2016 llevamos catorce viajes).

Sala en una unidad de convivencia
Visitamos una residencia típica sueca, con su unidad de ocho personas, cada una con su habitación individual dotada de cocinita (se desconecta si la persona mayor lo requiere por su deterioro cognitivo) y compartiendo un espacio común amplio en el que otra cocina americana servía de punto de encuentro y actividades.  En esa zona los residentes ponían la mesa, ayudaban según su capacidad y ganas en las actividades de la casa y, como en otras ocasiones, habían preparado unas galletas o un café para los “visitantes españoles”.

Una profesional nos explicó que todas las habitaciones tenían cocina y baño aunque el residente tuviese una gran dependencia y deterioro cognitivo porque eso les hacía sentirse más en “su casa” y también porque la Ley Sueca obliga a que todas las habitaciones de una residencia puedan ser consideradas “domicilio completo” del residente, lo que hace que sea necesaria la existencia de una cocina.

En casi todos los viajes que hemos organizado los asistentes van “con la calculadora en la cabeza” y en seguida saben cuántos metros cuadrados de más necesitaría su residencia en casa para ponerse en un estándar sueco o cuántas plazas podrían acoger con los metros que tienen si se aplicase ese modelo.

Explicándonos el funcionamiento de la residencia
Mi Casa en Estocolmo
Pero, como saben bien los gestores de residencias, la repercusión de los metros cuadrados de edificio sobre el coste de prestar el servicio son pequeños si se compara con el capítulo de personal. Y allí es donde vimos lo más llamativo:

Cuándo les preguntamos quién trabajaba en la residencia nos contestaron que en cada unidad de ocho personas había 2 personas presentes durante el día y una para varias unidades por la noche.  El perfil ce estas personas era de enfermería y auxiliares/gerocultoras.  Además contaban con fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales que repartían su trabajo entre las diferentes unidades.

Cuando les preguntamos por el médico o el psicólogo pusieron cara de extrañeza.  “Esto no es un hospital sino la casa de los residentes” nos dijeron.  Les explicamos que en España era común encontrar médico, enfermera, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta, trabajador social, animador (educador social) y psicólogo y nos respondieron algo que se me ha quedado grabado:  “Así lo hacíamos en los años 70, pero cambiamos”.

Cuando explico esto en clases o conferencias me suelen preguntar si los residentes en esas residencias estaban “tan mal” como los que suele haber en residencias en España.  La respuesta es que sí.  No es una realidad uniforme pero, al igual que aquí, cada vez las personas ingresan en residencias con un grado de dependencia y de deterioro cognitivo más elevado.  Eso es algo que hemos podido ver con nuestros propios ojos en los diez años que llevamos haciendo los viajes.



Jardin en una residencia de Estocolmo
Lo cierto es que en Suecia que el espectro de profesionales en el equipo sea más estrecho no supone que tengan menos personal.  De hecho la ratio global suele acercarse al 0,8 e incluso al 1 (un empleado a jornada completa por cada residente).  Se trata sencillamente de un modelo y una concepción diferentes.

La base para que puedan funcionar radica en una gran flexibilidad.

En Suecia consideran que una residencia es el domicilio de los residentes donde hay unas personas (los profesionales) que viven con ellos un tiempo cada día.  Eso quiere decir que juntos van a realizar muchas labores de la casa como hacer las habitaciones, limpiar, lavar, planchar, cocinar, poner la mesa o lavar los platos y cacharros.  O sea, lo que la “gente normal” hace en sus “casas normales”.

No en todas las residencias hemos visto lo mismo pero en casi todas nos han explicado que el equivalente de nuestras gerocultoras, pueden hacer la cama con un residente, una enfermera puede preparar, junto a algún residente, toda o parte de la comida o ayudar a limpiar las migas que han caído al suelo después de comer.  En algunos centros nos han hablado de personal de limpieza específico para algunas labores (cristales, limpieza a fondo de lavabos) pero, en la mayoría la idea de la vivienda de ocho mayores y un personal que mantienen la casa parece ser la norma.

Cuando hablo con los profesionales y empresarios que vienen a los viajes, suelen decirme que, “si nos pagasen, no los 140€ al día que cuesta más o menos una residencia en Suecia, sino 95 o 100€, yo también podría prestar un servicio como ese”.

El problema es que, cuando vuelven a España se dan cuenta que, aunque les pagasen los 140€ al día hay obstáculos que impedirían importar el modelo sueco.

Para empezar, la normativa de cada comunidad autónoma impone unos perfiles profesionales obligatorios que uno no puede saltarse y, cuando, en aras de conseguir un modelo más cercano al sueco lo intentan, son los propios usuarios los que se revelan.

Por otro lado está nuestra mentalidad y forma de ver las cosas.  ¿Estamos preparados para aceptar si somos enfermeros que una parte de nuestro trabajo puede ser hacer una cama con un residente? ¿Y si somos gerocultores a ponernos a limpiar un horno después de haber cocinado algo con los residentes?

Sé que en algunas residencias en las que se han aproximado al modelo “housing” en España han superado estos obstáculos, pero también sé que en la negociación del convenio colectivo de la dependencia los sindicatos están considerando como una cuestión indiscutible el que las gerocultoras no deben, salvo casos de extrema necesidad, realizar labores de limpieza.

La filosofía de la Atención Centrada en la Persona requiere de un cambio de mentalidad tanto en los profesionales, que deben aceptar más flexibilidad; como en los propios residentes, que tienen que aceptar tomar más decisiones y los familiares que deben aceptar que una residencia no es un lugar donde sus padres están “en conserva” sino un lugar donde se vive, con los riesgos que supone vivir.

Los viajes a Suecia nos permiten ver cómo allí se empezó el camino hace años cuando las residencias se adaptaron a la mentalidad de unos profesionales, residentes y familiares  que se ajusta más a una unidad de convivencia que  a una residencia tradicional.

Residencia de mayores Atendo Kungsholmen en Estocolmo (Suecia)
En mi opinión en España debemos ir “pasito a pasito”, creando oportunidades y viendo lo bueno y lo malo de lo que les ha sucedido a otros países a medida que han ido evolucionando en su forma de ofrecer servicios residenciales.  No creo que debamos despreciar el sistema de atención basado en el equipo interdisciplinar y el plan individual de atención que hemos tardado veinticinco años en crear sino que debemos aprovecharlo y hacerlo evolucionar potenciando la capacidad de elegir del residente, a sus gustos y preferencias; flexibilizando el funcionamiento de los centros para que sean en la medida de lo posible “más hogareños” e incorporando  elementos de reconocimiento de derechos y respeto a principios éticos y de respeto a la dignidad.

Todas estas ideas son las que leíamos de forma un poco inconexa hasta que, gracias a un reducido grupo de académicas (a quienes cariñosamente llamo “las profetas”) se nos mostraron de forma ordenada bajo el nombre de “…Centrado en la persona”.

En ese camino el “cambio de mentalidades” resulta fundamental incluyendo, por supuesto a las administraciones públicas que deben curarse de esa especie de esquizofrenia que les hace por un lado exigir un respeto a las preferencias de los usuarios mientras por el otro establecen normativas y sistemas inspectores/sancionadores que potencian la rigidez y la impersonalidad en el trato.

En fin, que seguimos caminando en esto de la Atención Centrada en la Persona dándonos cuenta cada vez más que quizás la meta no está allá a lo lejos sino que está en el propio camino.

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