lunes, 27 de junio de 2016

LA LIGA DE LOS SUPERCENTENARIOS

La liga de los supercentenarios

Cada vez más personas viven más tiempo.  Eso hace que llegar o superar los cien años de vida haya pasado de ser algo absolutamente extraordinario a simplemente, “poco habitual”.

Pero ¿cuántas personas de cien años o más hay exactamente en España?

Ana Vela Rubio en Wikipedia
Según algunas estadísticas los españoles centenarios, o más bien “las centenarias” (el 85% son mujeres) son 11.500.   A éstos hay que sumarles los extranjeros centenarios que viven también en España con lo que la cifra se incrementa en unos mil más.

Las comunidades autónomas con más centenarios son en este orden  Cataluña, Andalucía, Madrid, Castilla León y Galicia.

Lo impresionante es que la cifra está creciendo de tal manera que en solo diez años se ha multiplicado por tres.

Si ampliamos el espectro y miramos a nivel global podemos encontrar una página web del Gerontology Resarch Group (Grupo de Investigación de Gerontología) en el que aparecen las 50 personas vivas de mayor edad.  Se trata de una página viva que van actualizando y en la que aparecen 48 mujeres y dos hombres encabezados por la italiana Emma Morano-Martinuzzi y la jamaicana Violet Brown de 116 años.

La única representante española en la lista es Ana Vela Rubio, que este año cumplirá 115 años en la residencia de tercera edad de Barcelona en la que vive y es ya la española más longeva de la historia.

Si los cincuenta conformasen una especie de “Liga de los supercentenarios” con seguridad la lengua oficial de la misma seria el Japonés, 24 de los 50 tienen esa nacionalidad.

Vale pena detenerse un rato en la lista ya que nos da alguna información peculiar. http://www.grg.org/Adams/TableE.html.


La más joven de la lista es Lessie Brown, de Georgia (Estados Unidos) que  muy pronto cumplirá los 112 años.


Si es cierto eso de que hemos añadido años a la vida y ahora toca añadir vida a los años,  con la tendencia actual, tendremos que añadir mucha, mucha vida.

jueves, 9 de junio de 2016

Quitan el copago para centros de día de mayores en Murcia



Después de unos años de "recortes" llegan los "descortes".


En la última reunión del Consejo de Gobierno de Murcia, que se ha llevado a cabo el 1 de junio de 2016, a propuesta de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades, se ha autorizado el decreto ley por el que se modifica el régimen de aportación económica (copago) de las personas beneficiarias de determinadas prestaciones del sistema de Autonomía de Atención a la Dependencia.

Pongo en cursiva lo que he recibido por correo electrónico directamente desde  la Sección de Documentación de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades de la Región y en letra normal mis comentarios.

De este modo, se suprime el copago del 33 por ciento en los servicios de Centro de Día para personas con discapacidad y mayores, una modificación que beneficia a los usuarios con pensiones no contributivas, protección familiar y gran invalidez, aunque al mismo tiempo reduce una parte de la financiación de los servicios que tendrán que ser asumida directamente por parte de la comunidad autónoma.

A ver si lo entiendo, "suprime el copago" y "al mismo tiempo reduce una parte de la financiación" que tendrá que asumir la comunidad.  O sea que el usuario copagará menos y esto se convertirá en un ahorro para la comunidad.  ¿Lo pagará el Estado? ¿Es magia?

El objetivo es reducir el pago que tienen que hacer las personas en situación de dependencia por las prestaciones que reciben. Se estima que esta medida beneficiará a un total de 1.235 personas con discapacidad y mayores.

En concreto, dejarán de pagar los servicios hasta 1.006 personas y tendrán que pagar menos de lo que lo venían haciendo 229 personas. El ahorro estimado es de unos 60 euros por persona.

La fórmula actual establece que el copago por persona se obtiene de la suma mensual del cálculo sobre la capacidad económica y sobre los complementos. Dado que estos complementos destinados al cuidado por una tercera persona no computan en la capacidad económica, ya que no representan un ingreso directo de la persona con discapacidad, sino una ayuda destinada a su cuidado, se aplica el 33 por ciento mensual de este importe, entendiendo que su estancia en un Centro de Día es de 8 horas, lo que supone un tercio de las 24 horas del día.

El importe mensual de la prestación es de 362 euros, lo que hace que esté por debajo del IPREM (532,51€). En la actualidad, contribuyen con el 33 por ciento del complemento (182 euros/mes), lo que supone una media de 60,40 mes. Así, al suprimir este gravamen no tendrán que contribuir de modo alguno.

Como con casi todo lo que produce la administración, hay que leerlo cuatro veces para empezar a medio entenderlo.   Por eso, quizás en vez de intentar averiguar qué es exactamente podemos centrarnos en cuánto costará.   Saquemos la calculadora

Si el ahorro estimado es de 60 Euros al mes por cada una de las 1.235 persona, la medida le cuesta a las arcas públicas 889.200 Euros al año. Cantidad que tendrá que ser recaudada o reducida de otra partida.

Sin duda, decir a quien va ocho horas al día a un centro de día que ya no tendrá que pagar 60€ al mes producirá una cierta alegría pero ¿Es equitativo, o sencillamente es "electoralmente adecuado"?

viernes, 3 de junio de 2016

MIRANDO HACIA EL FUTURO

Lo malo de los futuros brillantes es que para llegar a ellos tenemos que superar presentes a menudo deslucidos. Empecé a trabajar en el mundo de la atención a personas mayores hace ahora 25 años y llevo 25 años oyendo decir que éste es un sector con mucho futuro, que a medida que envejezca la población harán falta más profesionales y servicios para atenderlos por lo que, quienes trabajen cuidando a mayores tendrán un horizonte de prosperidad casi garantizada.

Y así vivimos, esperando que llegue ese porvenir dorado, recordando lo bien que iban las cosas en 2007 y cómo entonces fuimos incapaces de darnos cuenta de ello.

Y es que para el sector de la atención a personas mayores, sobre todo en residencias, la crisis económica general que nos lleva azotando los últimos años se ha sumado a una coyuntural debida a un factor puramente demográfico: durante los años de la guerra civil nacieron menos niños en España y encima, a bastantes de los que lo hicieron, las penurias bélicas y la postguerra les robaron la posibilidad de llegar a la edad adulta. Esos “no nacidos” han marcado los últimos años de la economía española. Durante los primeros años del siglo XXI ese grupo virtual se tendría que haber jubilado, pero no lo hizo porque no existía, o sea que, cuando pensábamos que éramos ricos, mientras cientos de miles de extranjeros venían a España y empezaban a cotizar y a consumir, el número de nuevos jubilados que cobraban pensión se reducía. Tendríamos que haber sabido que era algo pasajero, pero entonces lo que estaba de moda, tanto ‘en lo público’ como ‘en lo privado’, era gastar, no planificar.

Recuerdo con una mezcla de añoranza y vergüenza ajena a quien era entonces presidente del Gobierno vanagloriándose de cómo crecía el “fondo de las pensiones” (¿iluso o insensato?).

Los “no nacidos” empezarían ahora, si viviesen, a necesitar atención a la dependencia y cuidados especializados pero como no están lo que notamos es su ausencia. Una ausencia que también será pasajera y relativa ya que el número total de personas mayores (alrededor del 17% de la población española) es lo suficientemente alto como para garantizar que el sector gerosasistencial, medianamente financiado y tratado con un mínimo de confianza, se mantenga e incluso prospere en esta situación de adversidad.

Si intentamos imaginarnos con un poco de rigor cómo será nuestro mundo y la atención a personas mayores cuando la generación de los “no nacidos” ya no estén entre nosotros, o sea, cuando la generación del ‘baby boom’ (entre la que me encuentro, nací en 1965) alcance la vejez, quizás concluyamos que lo que parecía hermoso futuro no lo sea en el sentido que nos habíamos imaginado.

Voy a plantearlo en primera persona y voy a pensar en el día de mi “milmesario”, o sea el 1 de septiembre de 2048, en el que cumpliré mil meses de vida (83 años y cuatro meses). Ese año, España llevará ocho siendo el más envejecido de la tierra y tendrá cinco millones menos de habitantes que en la actualidad. Alrededor del 30% de la población tendrá más de 65 años y un 10% tendrá más de 80.

Resultaría iluso pensar que en esa situación, a la que no llegaremos de un día a otro sino que se acercará a nosotros de forma paulatina, un sistema público de cobertura como el actual, pueda mantener a los jubilados con una pensión adecuada y a los dependientes con servicios y prestaciones.

Y no se trata sólo de una cuestión económica sino de algo más grave, la falta de mano de obra.

Imaginemos que empiezo a necesitar algún tipo de ayuda profesional cuando cumpla los mil meses e imaginemos que mi futuro cuidador será una persona que tenga entonces unos 35 años. ¡Qué bonito! Es posible que esa persona esté naciendo mientras escribo estas líneas.

O sea que mi futuro cuidador (o cuidadora) está naciendo en uno de los años en que menos nacimientos se producen. Si no cambian mucho las cosas, él o ella será hijo único o tendrá algún hermano con el que compartirá un único progenitor. Si seguimos como hasta ahora, mi cuidador crecerá en un entorno familiar y social que le hará ser “poco tolerante a la frustración”. Pasará por el sistema educativo en un ambiente de cierre de colegios por falta de niños y llegará a la edad adulta en un entorno de falta endémica de mano de obra en el que las personas no podrán jubilarse antes de los 70 ó 75 años (no por una cuestión legal sino de mera subsistencia) y los trabajadores jóvenes serán ambicionados por todos los sectores productivos.

Si hoy, con unas tasas de paro altísimas, es difícil encontrar a buenos profesionales que quieran trabajar en el cuidado de personas mayores en residencias de tercera edad. ¿Qué podremos ofrecerles dentro de cuarenta años para que escojan cuidar a ancianos frente a miles de otras opciones?

Creo que a esta pregunta deberíamos empezar a buscarle respuesta a partir de ahora. Es cierto que el día a día nos consume pero la cuestión es de vital importancia.

Si no hacemos nada corremos el riesgo de ser vistos por parte de los futuros escasos jóvenes como una carga insoportable de “viejos egoístas”.

Hoy, si le dijésemos a alguien de 85 años que es una carga para la sociedad él nos podría responder que esa sociedad se creó sobre sus espaldas y sacrificio, que cuando el nació España estaba en ruinas y todo lo que tenemos hoy (mucho o poco) se debe al esfuerzo de su generación.

¿Qué les podremos decir a nuestros potenciales cuidadores cuando nos acusen de ser una carga insoportable? ¿Y cuándo nos pregunten por qué no nos sacrificamos para que el sistema de pensiones no quebrase, o para que el medio ambiente no sufriese tanto? ¿Y cuándo nos echen en cara haber apoyado a charlatanes vendedores de quimeras imposibles en vez de a políticos serios?

Empecemos hoy a pensar las respuestas ya que si no las encontramos quizás nos quedemos con la palabra en la boca y sin nadie que nos cuide.

(Nota:  he reescrito algo que escribí hace tres años y que no llegué a poner en el blog)